PhDs vs. Emprendimiento

A nivel global, actualmente, hay más PhDs que hace dos décadas. Esta tendencia se observa en los diversos campos del conocimiento. Tradicionalmente, hemos asociado la formación doctoral con la academia. Sin embargo, hoy vemos un número significativo de PhDs fundando sus propias consultoras con base en sus tesis doctorales.  Esta competencia emprendedora ha surgido principalmente debido a que es difícil conseguir una titularidad inmediatamente luego de haberse doctorado, para así capitalizar el tiempo y el dinero invertido en años de estudio. Por ejemplo, en Canadá hay 208.480 PhDs. Pero, sólo un 20% de ellos logra un puesto como titular. Y, para complicar más el escenario, en la mayoría de países de la OCDE, se observa una sobreproducción de PhDs. A modo ilustrativo, al 2018, había 55.628 personas estudiando un doctorado en España.

Todavía más, la gran mayoría de PhDs se encuentra ejerciendo como profesor asociado. Ciertamente, para lograr una titularidad (el máximo nivel al que aspira un PhD en la academia), es necesario pasar varios años en esta calidad. El punto desfavorable es que muchas veces se revienta con clases y cumplimiento de órdenes a estos profesores por un pago no precisamente costo-efectivo. En esta misma línea, en Canadá un PhD gana escasamente 10% más que un Licenciado o Master. En España, según datos de El Economista, un PhD gana 1.100 euros al mes (ver nota aparte).  En Chile, tampoco la diferencia es abismante (ver nota aparte). Hay que trabajar aquí y allí para tener un sueldo decente. Pero, sin asustarse. La buena noticia es que un PhD proactivo, productivo y con espíritu emprendedor puede comenzar su propia empresa y olvidarse de la academia o bien gestionar los dos escenarios y así vincular ambos mundos, de manera inteligente y productiva.

Además, un PhD no tiene jefes o jefas. Trabaja con pares. Por lo mimso, nadie debiera decirle qué hacer y cómo hacerlo (ver nota aparte). Lamentablemente, muchos colegas han olvidado esta tremenda ventaja competitiva. A pesar de ello, no son pocos los PhDs que han creado sus propias compañías y han seguido vinculados con la academia. Otros tantos han optado por la asesoría free-lance – tema en crecimiento exponencial en La Tierra de la leche y la miel (ver nota aparte). Como vemos, parece no tener sentido invertir tantos años y dinero en formarnos como PhD para que luego nuestras tesis doctorales terminen apiladas en una biblioteca o almacenadas en un repositorio institucional. Por lo mismo, muchos colegas han optado por monetizar su formación doctoral fuera de la academia. Sin embargo, en un trabajo tradicional (trabajador dependiente), muchos empleadores, del mercado no académico, son renuentes a contratar PhDs para puestos de gestión. Por tanto, la solución parece ir en otra dirección.

Siguiendo con el caso canadiense, numerosas universidades se han dado cuenta de este fenómeno y han comenzado a ofertar programas PhD en emprendimiento (ver oferta) y a instalar el espíritu emprendedor en sus estudiantes, a través de programas ad hoc. Además, la progresiva colaboración entre la academia y la industria, ha ayudado a que muchos PhDs comiencen a buscar oportunidades fuera de la academia, como está ocurriendo en España. Pero, el avance es lento. Entonces, ¿por qué los PhDs deberían pensar como emprendedores? Todo parece indicar que es lejos más gratificante monetizar nuestras competencias doctorales y potenciar nuestros resultados de investigación que tener que responder a ciertas estructuras monolíticas, que es como funciona la academia, hasta ahora. Adicionalmente, cuando emprendemos nuestros propios proyectos, nuestra felicidad aumenta y nuestras competencias diferenciales se potencian. Por cierto, desde un enfoque inclusivo, todas las opciones son igualmente válidas.

Veamos ahora que ocurre en la práctica. Desde un enfoque experiencial, observamos que muchos colegas Doctorados en educación están más dedicados a enseñar o dirigir que a investigar. Objetivamente, así opera la academia. Ni hablar de monetizar sus competencias doctorales. También están quienes se aíslan en sus despachos, esforzándose para sacar adelante algún paper y así cumplir con ciertas exigencias institucionales. Sin embargo, pocos se atreven a impulsar ideas innovadoras o emprender algún joint-venture con colegas del área disciplinar, como ocurre con muchos médicos, que, aparte de estar vinculados con algún hospital de alta complejidad y muchos sin PhD, han fundado sus propias clínicas. Lo mismo observamos en  exitosos abogados, arquitectos e ingenieros, sin formación doctoral, que han optado por ser sus propios jefes. El escenario en la educación, por alguna razón, es diametralmente distinto. Esto, a pesar de nuestra permanente formación (diplomados, Masters, PhDs y diversos cursos). Tal vez, nos falta conectar los puntos, como decía Steve Jobs. Además, hay algunos colegas que demuestran poco interés para aventurarse a salir de su zona de confort o bien a complementar la academia con la industria. Recordemos que para emprender es necesario romper con los esquemas tradicionales de trabajo.

Lamentablemente, el emprendimiento no es una competencia que se aborde en algún programa doctoral. A la inversa, se da por sentado que todo estudiante de Doctorado debe ser una persona metacognitiva, proactiva, autorregulada, autosuficiente, creativa, innovadora y emprendedora. Esto debido que la formación doctoral es un camino muy solitario, que depende esencialmente de nuestra motivación intrínseca y de otros tantos atributos diferenciales, que, en su conjunto, podrían llevarnos al éxito. De hecho, no es menor la cantidad de estudiantes de Doctorado, que se quedan en el camino, por diversas razones: agotamiento, aburrimiento, desmotivación por el tema elegido, etc. Por ello, en pleno siglo XXI, parece estratégico revisar el desarrollo del espíritu emprendedor y su vinculación con la formación doctoral.

En este sentido, el emprendiemiento es una competencia clave del siglo XXI, pues nos abre enormes oportunidades para crear un negocio y generar ganancias, pero, también nos exige la ejecución de ideas y pasar a la acción para así hacer un cambio en el mundo, creando o vendiendo un producto o servicio innovador, etc., de manera totalmente autónoma, sin la intervención de un/a jefe/a.

Nota: Estos y otros temas serán abordados en el I Congreso Internacional de Emprendimiento y Educación – CIEE 2021, en modo virtual, organizado por la Red Internacional de Investigadores en Educación (REDIIE).

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Por Fernando Vera, PhD – Académico-emprendedor. Fundador y CEO de Grupo Transformar (Centro Transformar, REDIIE, Revista Electrónica Transformar, Kimkëlen E-School). Consultor Internacional (CHILE). Sitio web

Crédito foto destacada: Michael Kappeler / AFP / Getty Images

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